Con un pronostico poco Halagüeño, cansados de "nuestros lunes al sol", Mija y yo encaramos el Puerto de Ventana. Confiados en que la suerte que se nos ha negado en otras ocasiones, nos conceda esta vez, una ventana en las horas centrales del día que nos permita escalar. En el peor de los casos, daremos un paseo y pillaremos otra pingadura. La apuesta esta echada, solo resta esperar.
Esta es una modesta ruta de alrededor de 120 metros. Con bastante vegetación, pero que no molesta en ningún momento. Los dos primeros largos son buenos. Especialmente el segundo, más variado y mantenido. El último, más corto, desmerece un poco de los anteriores.
Cuando llegamos a la base, el cielo se despeja y unos tibios rayos alcanzan la pared. Esperanzados, arrancamos en el primer largo por un marcado pilar surcado en su parte central por una fisura (Vº).
A su fin , nos aguarda un corto muro de canalizos (Vº+). La pared se tumba y por terreno más sencillo alcanzamos a la derecha una repisa herbosa donde montamos la reunión aprovechando un parabolt con argolla y un pequeño puente de roca a su izquierda.
Visto y no visto, el cielo se ha vuelto a cubrir. Comenzamos la segunda tirada en adherencia (Vº+) por una placa de canalizos que no han tenido tiempo de secar. Superada esta, la pared gana en verticalidad. Primero atacamos una marcada fisura en bavaresa (Vº+).
En apenas unos momentos el cielo se ha cubierto, mientras un molestas rachas de aire nos empiezan a castigar.
Sin perder tiempo, afrontamos el último largo. Un pequeño espolón que atacamos por su margen derecha hasta una pequeña repisa (IVº+) a la derecha de unos grandes bloques inestables.
Desde aquí, la lógica pide ir hacia ellos y salir por terreno sencillo a la cumbre (IIIº+), pero visto el peligro que implican mejor afrontar un corto pasaje (Vº) de frente. Una vez arriba, lazamos un gran bloque para montar la reunión.
Ni foto en la cumbre (queda todavía a tomar pol culo) ¡ni ostias! a recoger los bártulos y a buscar abrigo del viento.
Para volver a pie de vía se puede destrepar fácilmente hasta la segunda reunión y rapelar desde esta o como hicimos nosotros, descender hacia el noroeste por una cómoda canal.
En el camino de vuelta nos detenemos a visitar alguna de las numerosas trincheras y pozos de tirador que jalonan la loma. Tristes vestigios de una época en la que nuestros mayores se batieron el cobre en defensa de principios e ideales. Hoy, sus descendientes ¡a tragar lo que nos echen!.
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